
Por lo general, las redes sociales e internet en su conjunto me provocan una sensación de pérdida de tiempo y de alejamiento de la realidad de la que es difícil salir. No obstante, de vez en cuando pasan cosas que hacen que siga enganchado y que piense que merece la pena todo ese tiempo invertido. Desde hace años es una herramienta que he utilizado para conocer gente interesante o para mantener el contacto con colegas que están lejos pero con los que comparto cosas muy importantes para mí como antes era la música y últimamente son las choppers.
Por eso me hizo una ilusión tremenda cuando Santi me escribió y me dijo que quería comentarme una cosa. Apenas habíamos hablado un par de veces a través de redes sociales, él apreciaba lo que yo intentaba hacer y yo había entendido que él era un fuera de serie que llevaba más allá su pasión por las motos.
Me comentó que estaba pensando reunir a una serie de personas, dueños de Harleys Clásicas sobre todo rígidas y, a poder ser, que trabajasen en ellas y las montasen a menudo, es decir, cultura de garaje. Me sentí tremendamente halagado porque personalmente me considero un novato en esto, con muchas ganas y muy echado “palante”, pero un novato. Así que era como una confirmación de que lo estaba haciendo bien.
Lamentablemente, mi Harley rígida aún no tiene papeles y no podía llevarla, pero le dije que encantadísimo me iría el fin de semana a Barcelona a verles, a charlar un rato de motos y lo que surja. Por culpa de mi curro no puedo ir a todos los eventos que me gustaría, así que cada vez es más difícil coincidir con colegas del mundillo y también conocer a nuevos.
Rápidamente le comenté a Dani, de Gas and Dust, la invitación al evento. Le dije que podía interesarle para conocer a algunos personajes interesantes con motos poco habituales, y que podía servirle de cara a su proyecto o simplemente como buena experiencia. Así que firmamos la aventura y nos embarcamos a Badalona.
El plan inicial era dormir en casa de Gori de De Palma Cycles, pero justo la noche anterior nos dijo que andaba con gripe y que igual no era buena idea quedarnos en su casa. Eso nos complicaba la tarea, también planeábamos ir en moto desde Madrid pero lo habíamos desestimado por alguna pequeña avería en la BMW en la que planeaba viajar, y un poco también por pereza, no lo voy a negar. Este cambio de planes tampoco ayudaba y era un pequeño jarro de agua fría que ayudaba a tirar la toalla y descansar el fin de semana en casa tranquilamente, pero estaba convencido de que iba a merecer la pena y estoy un poco harto de que la pereza siempre gane.
Le comentamos a Santi el contratiempo y dijo que nos quedásemos en su estudio sin problema, que tenía un sofá y algún colchón. Así que hablé con Dani, cogí y el coche y nos echamos a la carretera.
Fuimos hablando las 7 horas de coche y creo que agradeciendo en el fondo la decisión de haber dejado las motos en casa, lo ideal habría sido movernos en moto por allí, pero difícilmente compensaría tantas horas de moto chatarra por autovía.



El sábado había arrancado temprano y Santi vino a buscarnos para ir a Barna a recoger un Panshovel que le iba a dejar Kim de HD SHOP BCN. El taller de Kim es bastante alucinante, impresiona ver la cantidad de Harleys Clasicas, choppers o restauradas, pero sobre todo impresiona la sensación de taller con solera, atestado de piezas y parafernalia de época que cubrían la totalidad de las paredes. Una especie de síndrome de Stendhal no me permitió fijarme en nada en concreto. Ese sitio merece invertir bastante más de diez minutos. A la vuelta a Badalona para nuestra cita con las demás motos, ya nos acompañaban Kim y María. Kim viajaba en un precioso Panhead bastante original a simple vista, un FL del 53 parece. Detrás suyo Santi en el Panshovel, esta vez chopperizado en una onda 60’s antes de que las horquillas se alargasen al infinito.





La tercera era María con una Honda 175 de los 60, la época de los depósitos cromados en las Hondas. Alguien dijo que es la misma que tenía Elvis, pero no me le imagino con su culo gordo sentado en esa moto. El caso es que saliendo de Barcelona y siguiendo a María, vimos una explosión de humo y roña que parecía venir de su motor. Enseguida pensé que había sido gripaje fuerte, cilindro partido o algo así, Dani y yo sentimos la metralla de la explosión en las piernas. Paramos rápido en el arcén e intentamos adivinar cómo había reventado el silencioso mientras Kim trataba de devolverla a la vida a base de pata de arranque, pero no había señales de vida. Dejamos atrás a Kim y María mientras esperaban alguien que les devolviese al taller para poder coger otra moto y seguir el día. Santi iba delante guiándonos por las circunvalaciones de Barcelona mientras yo pensaba en que ojalá no reventase también su moto. Uno de los traumas que arrastro por culpa de mis experiencias personales con las motos viejas es que siempre estoy esperándome lo peor, así que me impresiona ver a los demás llevarlas con esa seguridad de que no va a pasar nada.






Llegamos al punto de salida. El aparcamiento de tierra de un bar donde ya nos esperaban algunas motos. Farruco con su Shovel del 69 último año del motor con generador, que se ve sustituyeron por uno de cono. En este mundo nada es lo que parece. Jordi en un Evo rígido un tanto resentido porque justo la noche anterior su Panhead le dio problemas de carburación y no pudo traerlo. Jessi en su Triumph preunit años 50, clásica british chopper, mucho Bates, pintada con flakes y un bonito pinstripe en el wassel. Gori acudió a la cita con una Royal Enfield años 60, el motor parecía una Bullet pero rígida? No sé, empiezan las trampas… Por desgracia, en este país hay que recurrir a la picaresca para poder conducir motos que en otros lugares son consideradas cultura o simplemente tradición, así que es habitual recurrir a buscar los resquicios de la legalidad. También estaban el Pan de Dennis, un So-Cal en toda regla con el depósito en cromo, horquilla de VL y unas buenas flanders que dejaban el cuelgamonos a la altura del sissy bar. Crizy trajo su chopper ironhead, construido por Marcos de Free Kustom Cycles con una springer infinita y una pintura psicodélica que rememora a los últimos 60 y primeros 70. También estaban un par de flatheads. El UL del 46 de Tommy, bastante fiel a su origen aunque con los guardabarros cortados en plan protobobber. La WL de Kike, del 43, menos cilindrada que el UL pero con una restauración impecable.
Aún faltaban por llegar algunas motos así que aprovechamos para charlar un poco, que hacía tiempo que muchos no nos veíamos. Charla que básicamente se resumía en hablar de motos: de los problemas que teníamos a nivel mecánico o burocrático. De los eventos o planes para los próximos meses… Básicamente de las cosas de las que te gustaría hablar a diario pero la mayor parte del tiempo no tienes con quien hacerlo.
A lo lejos se intuían algunas motos llegando, mientras Dani bromeaba con que un día confundió un dumper con el sonido de una harley… en realidad no hay tanta diferencia: admisión, compresión, explosión y un escape la mayoría de las veces deliberadamente escandaloso. Ese ruido venía por parte de Jordi Herrera que venía en su Knucklehead del 43. Una moto preciosa, que con unas ruedas de tacos bien podría ser una beach racer con una pátina espectacular. También venía Albert con su shovel rigido, una moto que tenía bastantes ganas de ver en directo, porque me encanta. Típico chopper Frisco a los 60’s con muy buen gusto. Una de las motos más sorprendentes del parking era la DuoGlide del 60 de Mattias, una suerte de low rider clásica con un depósito doble estrechado, una pintura inmaculada y un demonio saliendo de los escapes rectos como cañerías. Se notaba que era la moto de alguien sin complejos gracias a años de experiencia trabajando a un nivel altísimo, de echo Mattias venía de Suecia y allí ha trabajado bajo el nombre de LeBeef fabricando motos y piezas. Este Duoglide fue la moto que construyó como invitado en la quinta edición del Born Free en California.
Otra de las motos que calzaba un clásico de Harley era el Knucklehead del 46 de Javi. Un Bobber oscuro con bastantes modificaciones y un escape 2-1 terminado en fishtail que comprime los gases y los proyecta directo a los oídos. Por último el Panhead de Hernán, clásico chopper donde los haya. Pura esencia de la primera estandarización de las chopper por parte de la sociedad general. La sombra del Capitán América de Easy Rider, de hecho me comentó que la utilizaron en publicidad vinilada como en la película. Wassel de túnel alto, cuelgamonos, horquilla telescópica larga, escapes upsweep calentando el muslamen, y unas tijas con grados que dan miedo. Creo que ya estábamos todos. Nuria había bajado por el montacargas del estudio su SR250 Scrambler, una moto que fue campeona de España en su día y apareció en Dice Magazine. Preferiría haber llevado esa antes que la responsabilidad de conducir su StreetBob con Dani echando fotos de paquete…

Por fin estábamos todos. Arranco mi moto con el botón, y Dani me dice que igual me espere un poco. Miré atrás y ya había alguna moto arrancada pero la mayoría seguían dando patadas desesperadamente, mirando de reojo a los demás a ver si habían tenido más suerte que ellos. Lo malo del arranque a patada es que según van arrancando las motos a tu alrededor más difícil se te hace la tuya. Empiezas a ponerte rojo, los demás te miran, sigues intentándolo aunque flojeas y te duele un poco el tobillo por que ayer te devolvió la patada y sigues resentido. De hecho vemos que el Flat de Kike iba directo a la furgoneta de rescate. Segunda baja contando con la pequeña Honda que dejamos atrás saliendo de Barcelona. También vemos que alguno se baja de su moto y empujan a Gori a lo alto de una cuesta, se ve que tiene problemas con la pata de arranque. Tercera baja. Aún no hemos salido y la furgoneta ya está llena. Esto ya se acerca más a mis expectativas, un desastre mecánico en el que van a ir cayendo una detrás de otra, llamadme cenizo.















Por fin iniciamos el viaje. Es curioso porque podría ser una salida motera de domingueros cualquiera, si no fuese porque casi todas son motos de 60/70 años, modificadas por sus dueños hasta el mínimo detalle. No es algo normal, de hecho es algo que en este país no pasa muy a menudo, si acaso cuando algún grupo de franceses o belgas se pasean por aquí con sus choppers matriculadas en países con legislaciones bastante más laxas que la nuestra. En ese preciso momento me siento gratificado con Santi hasta el infinito. Que haya pensado en mí para esto no puede ser más halagador. Eso solo me hace reafirmarme en lo que hago, que no siempre funciona, o podría estar mejor, pero esto significa que alguien lo aprecia y piensa que debo estar ahí entre esas motos y esos pilotos.








Rodamos por una ronda paralela al mar, en parejas más o menos ordenadas. Yo mientras intento aprovechar carriles de incorporación para adelantar o ponerme en paralelo para que Dani haga fotos de las motos. Creo que es la primera vez que llevo a alguien atrás. Normalmente cuando compro una moto lo primero que hago es cortar el subchasis y dejarla en una plaza, eso te permite poder ir siempre solo sin pensar en los demás, sin distracciones, sin miedo a hacerle daño a nadie y manteniendo el balance por ti mismo, suave y perfecto. Pero me tocaba llevar a Dani, que de vez en cuando me daba una voz: “Adelanta un poco!!!”, o me daba un toquecito con el casco al retener el monstruoso motor de la StreetBob de Nuria. Poco a poco nos desviamos de la ronda y dejamos la civilización atrás mientras íbamos ascendiendo hacia el garito donde íbamos a echar un vermouth a media ruta.
Dani me comentaba todo el rato lo que cada moto se parecía a su dueño, y es que era así. Cada dueño había construido su moto alrededor de él y no sé si sería que ya estaba inducido por Dani, pero parecía hasta cómico. Es como cuando te dicen que los perros se parecen a sus dueños. De repente todo se había convertido en un meme de perros y dueños.

Subíamos por la típica carretera sin arcén de montaña, cobijada por la sombra de árboles, sinuosa y peraltada. Se podía ver el comportamiento de cada moto en cada curva, las horquillas largas flexando, las rígidas rebotando y tambaleándose. Cada moto un mundo y todas unidas por una pasión en común que poco tiene que ver con marcas o modelos. Después de la parada para tomar un par de cervezas se repetía el ritual del arranque. Afortunadamente no hubo más percances y pudimos seguir la marcha, esta vez cuesta abajo, cruzando un par de pueblos en el que era inevitable fijarse en como miraba la gente o como grababan disimuladamente desde la acera.








Casi sin darnos cuenta estábamos de vuelta en el parking del que salimos un rato antes, una gesta de apenas unos kms de la que todos salimos con una buena sonrisa en la cara y un poco de sensación de triunfo.
El resto de la tarde lo empleamos comiendo, bebiendo y, sobre todo, hablando. Hablando de planes de futuro, de mecánica mientras admirábamos la moto en progreso en la que Santi trabaja en su taller con vistas al mar, hablando de música, pero sobre todo hablando de vida, de pura y simple vida. Porque no olvidemos que esto es lo que nos mantiene vivos en este mundo hostil, una pequeña comunidad de gente dispuesta a compartir, a ayudarse, gente que te recibe con las llaves de su moto y de su casa sin apenas conocerte.
Muchas gracias Santi y Nuri por hacer esto posible. Muchas gracias por invitarnos e invitar a los demás. Muchas gracias por no limitaros a ser una pareja de moteros más y ser unas personas tan generosas e interesantes.
Sinceramente he tenido que revisar las fotos para fijarme en detalles de las motos porque ese día apenas las miré. Me limité a charlar, a abrazar a colegas que hacía tiempo que no veía o incluso no conocía en persona y, sobre todo, a reírme. Eso es sin duda es buena señal.
TEXTO POR RAMÓN GONZÁLEZ (@inmundo_raimundo )